Un ser que despierta, que se recrea, que solo usa la mente para recordarse a sí mismo en su estado puro, verdadero, libre, trascendente, ya no tiene más miedo al futuro ni dudas respecto a él, ni siquiera deseos de ser feliz porque ya lo es en este instante; no tiene nada que lograr porque ya lo es todo; no tiene nada ni nadie de quien esconderse, porque no ve nada ni nadie separado de sí o en conflicto con el momento presente.
Un ser así, no se identifica con su cuerpo y lo recrea mientras lo está utilizando en el momento actual.
Y por sobre todo no le tiene miedo a la muerte, porque sabe que no puede morir.
Un ser así llega a un estado tan sublime, tan real, que solo vive y genera vida en cualquier plano y situación en la que se exprese y manifieste.
Un ser así es lo que tú eres.
El alma no gana ni pierde, no nace ni muere, no negocia ni manipula, no tiene miedo, no siente dolor o placer.
El cuerpo sí, el ego, la mente, están sujetas a esas características ajenas al alma.
Si llegamos más rápidamente, a la comprensión del SER, la conciencia y la divinidad, que es nuestra condición natural, sin tiempo, sin pasado ni futuro, eternamente existiendo en el presente, podríamos observar con dicha a nuestro propio cuerpo, cumpliendo su rol divino en esta película, realizando ejercicios a cada instante que lejos de sumirlo más en la amnesia, le permitan, acercar se aquí y ahora a la verdad, única, inalterable y divina.
El verdadero SER no puede ser calificado, es ilimitado, no tiene fin, y por lo tanto no puede ser identificado con la personalidad o el ego limitado por la creación mental, el sentido del “pequeño yo”, de nuestro estado de sueño o vigilia.
Eckhart Tolle