En muchas ocasiones llamamos destino a nuestras propias equivocaciones, a todo lo que nos limita o entorpece, a lo que no queremos reconocer como nuestro, a todo aquello que no queremos aceptar que hicimos, a nuestros miedos, al personaje que estamos siendo porque no nos atrevemos a rescatarlo de su mediocridad, a las veces que nos callamos por temor, al que nos pone las zancadillas desde dentro, a los sueños que no nos atrevemos a realizar, a las miserables migajas que nos dejan nuestros temores, a la irresponsabilidad…
Y es un error. El destino es el resultado de lo que hagamos o no hagamos en nuestra vida con nuestra vida.
Y no otra cosa.