CUATRO PASOS PARA ESCUCHAR MEJOR
"Decía mi abuelo: Masca antes de tragar. Escucha antes de hablar" (Alejandro Jodorowski)
¿Consideras que sabes escuchar? No oír, que es un proceso completamente pasivo en el que nos llegan sonidos y decidimos prestar o no atención, según nos interese. Hablo de escuchar, es decir, de la capacidad de captar, atender e interpretar los mensajes verbales y no verbales de nuestro interlocutor. De darles significado.
¿Te has parado a pensar por qué tenemos dos oídos y una sola boca? ¿Acaso no sugiere que puede ser más importante escuchar que hablar? ¿Tan importantes nos creemos que siempre damos prioridad a lo que tenemos que decir por encima de lo que nos tengan que decir los demás a nosotros?
¡Espabila! La mitad del secreto de la comunicación es ESCUCHAR. Es lo que da sentido al proceso comunicativo. Escuchar hace que entendamos a la otra persona y que no nos pongamos a hablar de cosas distintas, hace que conectemos con nuestro interlocutor. Nos introducimos en la mente de quien nos habla y entendemos el mensaje desde su punto de vista (estemos de acuerdo o no). Es lo que se llama empatía.
¿QUÉ PODEMOS HACER PARA ESCUCHAR MEJOR?
1. Prestar atención. Debido al exceso de información al que estamos expuestos a diario (televisión, teléfono, publicidad, emails, internet, radio, prensa…) nos saturamos y establecemos filtros a dicha información. ¿No te ha pasado que puedes ver un anuncio y cuando acaba ni siquiera sabes lo que están anunciando? Esto nos pasa a muchos niveles. Nuestra mente está dispersa y nos cuesta leer, terminar una tarea o escuchar. Debemos esforzarnos por mantener nuestra mente en la conversación y no permitir que nuestros pensamientos divaguen por otros temas que no vienen al caso. Por lo tanto, centramos la mente únicamente en la conversación.
2. Dejar de hablar. No podemos escuchar si no dejamos de hablar. Solemos interrumpir a los demás. La mayoría de las veces estamos pensando en lo que vamos a decir a continuación. No nos interesa comprender a la otra persona, ni saber cómo se siente o piensa, ni siquiera le damos importancia, porque creemos que lo que nosotros tenemos que decir es más importante. Si estamos pensando en nuestros argumentos, estamos perdiendo muchos detalles tanto verbales como no verbales de nuestro interlocutor que nos dan una información valiosa.
Si vemos mal a la otra persona, tendemos inmediatamente a darle consejos con el fin de que se sienta mejor. Con el fin de ahorrarle sufrimiento, le privamos del derecho de ser escuchado, de desahogarse y de expresarse, provocándole otro tipo de sufrimiento distinto. Admitamos que la otra persona tiene la misma importancia que nosotros, ni más ni menos. Sus sentimientos y opiniones son tan legítimos como los nuestros.
3. Comprender. Los prejuicios e ideas preconcebidas son una gran barrera en el proceso de escucha. Influyen en nuestra opinión de la otra persona y en sus mensajes. Interpretamos los mensajes desde nuestras perspectivas, experiencias, emociones… Abramos nuestra mente para entender otras perspectivas diferentes a las nuestras.
También sucede que podemos tomarnos las palabras de nuestro interlocutor como un ataque personal y nos cerramos en banda y retiramos la atención y la escucha. La mayoría de las veces la intención no es la de atacarnos sino la de exponer puntos de vista contrarios al nuestro o hacernos tomar conciencia de que hemos hecho algo de forma equivocada. ¿No comprendemos que, al igual que a nosotros nos molestan algunas conductas de los demás, a los demás les pueden molestar las nuestras?
Es especialmente importante, escuchar sin juzgar, sin formarse ideas preconcebidas, dejar expresarse a la otra persona y tratar de entender su mensaje desde su punto de vista. Ya tendremos tiempo para dar nuestra opinión sobre el asunto y el hecho de haber escuchado hará que tengamos más base para mostrar nuestros argumentos o para darnos cuenta de que el conflicto no era tan grande como pensábamos.
4. Mostrar interés. Centrando la atención en la conversación y en nuestro interlocutor, comprendiendo su punto de vista y sus sentimientos, no tomándonos a mal sus opiniones y dándole la misma importancia a sus opiniones que a las nuestras, hacemos que nuestro interlocutor se sienta respetado. Además, podemos mostrar más interés y curiosidad formulando preguntas sobre lo que nos está contando. Solicitamos más información, aprendemos más de él, le conocemos mejor, conectamos más profundamente con él. Las relaciones interpersonales mejoran inmediatamente y de forma recíproca.
En puntos de vista más complicados, podemos reformular las palabras de nuestro interlocutor y tratar de expresarle lo que creemos que hemos entendido, para asegurarnos que ni nuestros juicios ni expectativas ni emociones han distorsionado su mensaje.
En resumen, si tratamos a las personas como nos gustaría que nos trataran a nosotros, mejorarán nuestras relaciones interpersonales de forma inmediata. Porque, pongámonos en el caso contrario, ¿cómo te sientes al hablar con una persona con la mirada perdida, que sabes que está pensando en otra cosa? ¿Cómo te sientes cuando expones tus sentimientos o argumentos y te interrumpen para dar los suyos: “pues yo…”? ¿Y cuándo cuentas un problema y te cortan para decirte: “tú lo que tienes que hacer es…”? Si no te gusta que los demás te traten así es porque no te sientes respetado. ¿Por qué no respetas tú primero? Adelante... Escucha...
"Se necesita coraje para pararse y hablar. Pero mucho más para sentarse y escuchar".
(Winston Churchill)