PREGUNTA Y DEJA DE HACER SUPOSICIONES
En mi opinión, no utilizamos del modo correcto y habitualmente una posibilidad muy sencilla de la que disponemos para poder saber bien las cosas y, más concretamente, para saber lo que nos dicen los otros y no entendemos perfectamente.
Esa posibilidad consiste en… hacer preguntas. Preguntar. Preguntar para saber.
En general, cuando algo no lo hemos entendido clara y perfectamente, tenemos la mala y equivocada costumbre de interpretar, de suponer, de imaginar, de creer… pero no siempre nuestras interpretaciones, suposiciones, imaginaciones o creencias coinciden con la realidad.
Somos capaces –bueno… nos creemos capaces- de interpretar silencios, gestos, miradas, y todo aquello que no dice nada claro pero nos hace conjeturar que se refiere a…y aquí es donde empieza nuestra imaginación a hacer sus propias divagaciones por el mundo de lo que no es realidad sino que es una interpretación de una suposición.
Y esto tiene casi todas las papeletas para ser una equivocación que puede llegar a ser tremebunda y a tener serias consecuencias.
Puede ser el principio de un distanciamiento con otra persona, de un odio eterno, de la frialdad o desaparición de una relación, de una actitud injusta, errónea o dolorosa, o de un calvario que podría haberse evitado posiblemente si uno se hubiera tomado la molestia de aclararlo preguntando. Preguntar. Preguntar para saber.
Hablar. Comunicarse. Preguntar.
Eso evita malentendidos y situaciones muy dolorosas o muy graves.
Una fórmula que se puede utilizar para saber si se ha comprendido perfectamente lo que el otro quiere decirnos es hacerle un resumen de lo que se ha entendido, para que nos lo confirme o corrija: “O sea, lo que tú me quieres decir es…” y si el otro lo confirma no queda duda de que se ha comprendido bien. Y si no es así, estamos a tiempo de que el otro lo aclare.
Y es tan elemental… es tan sencillo… preguntar…no traducir, no descifrar, no presuponer… preguntar…