AUTOESTIMA, SEIS PILARES
En una ocasión señalé que subrayo y coloco apostillas en los libros que leo. Quiero compartir contigo algo resaltado y comentado en la obra Los seis pilares de la autoestima, de Nathaniel Branden.
¿Qué es autoestima? Es la columna vertebral de la conducta humana. La salud de la mente. Lo que pensamos de nosotros mismos. Cómo nos percibimos. Cómo se origina una buena o baja autoestima. Padres o tutores colocan la piedra angular, contribuyen a que tengamos buena o mala autoestima. Freud diría que “mamá es culpable” de la baja autoestima. Por ser ella quien en general tiene más contacto con los hijos, es su mayor influencia.
El propósito primario de la crianza de los padres es preparar al hijo para ser independiente. Si se logra, el joven pasará de la dependencia infantil y adolescente a la de un adulto que se respeta a sí mismo, es responsable de sí y responde a los desafíos de la vida. El joven será autosuficiente económica y sicoemocionalmente.
A la autoestima debe dársele su importancia. Así descubriremos qué autoestima tenemos. De los pareceres que emitimos en la vida, el más importante es el que expresamos sobre nosotros. Es insoslayable que tengamos el concepto correcto de nosotros mismos.
Los seis pilares de la autoestima son:
1.
Autoconocimiento: Implica conciencia de mis acciones, palabras, propósitos, valores, metas. Si no sé qué virtudes tengo, qué debilidades temperamentales y defectos de carácter me agobian, no sabré cómo resolver conflictos. Tampoco sabré por qué actúo y siento como lo hago. Qué debo mejorar o superar y qué debo cultivar para explotar. Andaré a ciegas. Pocas personas se conocen a sí mismas. Pero pretenden conocer a sus hijos o a su consorte.
2.
Autoaceptación: Luego de observarme y vivir consciente, debo aceptarme como soy. Una sana autoestima es imposible sin aceptación. Si me rechazo, ¿cómo pretendo que otros me acepten? Si me odio, ¿cómo espero que me amen? Puede ser que otros lo hagan, pero viviré saboteándome por no creer ser merecedor de lo mejor que la vida me pueda ofrecer y de que me amen. El autosabotaje es común en las relaciones sentimentales. El autoconocimiento es experimentado; la autoaceptación es algo que hacemos.
Muchos se rechazan a sí mismos a un nivel patológico por lo que no podrán crecer ni madurar hasta que no empiecen a aceptarse y amarse a sí mismos. No se trata de narcisismo que ve al prójimo por encima del hombro, sino de un narcisismo sano que permite aceptarme y amarme para vivir en paz conmigo y mis semejantes. Es terapia decirse frente a un espejo de cuerpo entero: “Hoy decido valorarme, tratarme con respeto, amarme y aceptarme como soy, defender mi derecho a existir”. Debo reconciliarme conmigo mismo.
¡Cuidado! Autoaceptación no es aprobar todo lo que somos o hacemos. Tampoco es rehusar buscar ayuda de un pío pastor de almas y/o de un profesional de emociones. Muchos iracundos manifiestan: “Yo soy así”. Aceptar lo que soy es pre-requisito del cambio. Negar lo que soy o hago agrava el problema, me daña y perjudica a otros. Si no puedo solo, debo buscar ayuda.
3.
Autorresponsabilidad: es ser responsable de mis actos y palabras y de lograr mis metas. Cojo las riendas de mi vida y bienestar. Soy responsable de que mis sueños cristalicen. Soy responsable de mis decisiones y acciones. Soy responsable de mí, de mi felicidad. Entonces, ¿por qué responsabilizo a otros de mi infelicidad? ¿Por qué espero que me hagan feliz? Si no aprendo a ser feliz solo, ¿seré feliz acompañado? ¡No! Si no estoy dispuesto aceptar la responsabilidad por el logro de mis sueños, entonces no son sueños, son quimeras.
Ojo, soy responsable de los aspectos de mi vida, mas no soy responsable de todo lo que me sucede. Tengo control sobre algunas cosas. Sobre otras, no. Mi autoestima peligra si me culpo por aquello que está fuera de mi control. La oración de la serenidad expresa: “Dios, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar. Valor para cambiar aquellas que puedo, y sabiduría para reconocer la diferencia”.
4.
Autoafirmación: es la disposición de valerme por mí mismo, ser quien soy abiertamente, tratarme con respeto en todas las relaciones humanas sin máscaras para agradar a otros. Autoafirmación no es ser agresivo ni pasar por encima de los derechos de los demás. Conducir borracho o drogado no es autoafirmación, es insensatez. Hablar o escribir sin medir palabras y tonos es irresponsabilidad y hasta manipulación. Una terapia para autoafirmarnos debería aseverar –sin titubear y sin gritar– frente al espejo y cuantas veces sea necesario: “Tengo derecho a existir”.
5.
Autopropósito: significa tener razón o propósito para vivir. Utilizar talentos para conseguir las metas que nos hemos trazado. Si vinculamos nuestra autoestima a tener un buen rendimiento en una gran compañía, hemos colocado nuestro valor como persona en manos de los dueños de la empresa. Valemos por lo que somos como personas, no por las riquezas, posición social, títulos. Si nuestra valía está supeditada a lo que tenemos o hemos logrado, caeremos en bancarrota emocional si lo perdemos.
6.
Autointegridad: consiste en la integración de ideales, convicciones, creencias y normas por un lado, y la conducta por el otro. Al comportarnos de manera que nuestro criterio acerca de lo correcto colisione con nuestras convicciones, creencias, moral o ética, caemos en incongruencias. Somos deshonestos intelectuales. Nos respetaremos menos. Autointegridad significa coherencia entre mis palabras y mis actos. Que mis obras no hagan tanta bulla que impidan oír mis palabras. Confiamos en la congruencia mas recelamos de la incongruencia. Las palabras convencen, pero los ejemplos arrastran.
Sin una sana autoestima seré como la hoja que arrastra el viento o quema el fuego. No seré un individuo (indivisible) sino un humano escindido por conflictos. No seré acción sino reacción. Seré efecto, no causa.
El autor es periodista
J. ENRIQUE CÁCERES-ARRIETA