Los cumplidos son esas palabras, acompañadas a veces por una sonrisa o un gesto, que indican y destacan una cosa que nos agrada de la otra persona.
No me refiero, por supuesto, a esas palabras que se dicen por compromiso, o por quedar bien, pero que no se pronuncian con el corazón.
Me refiero a esas palabras que se sienten, a ese agradecimiento o reconocimiento que dedicamos a los demás, y lo manifestamos de viva voz para que quede constancia de ello.
Con ellos evitamos el silencio en el que nos escondemos a veces porque nos da vergüenza decir, o porque no estamos acostumbrados, o porque pensamos que “el otro ya lo sabe, no hace falta que se lo diga”.
El cumplido refuerza la autoestima de la otra persona, puesto que le ratificamos alguna de sus cualidades, de sus atenciones, de sus gracias o acciones, pero no es ese el sentido de decirlos, sino el de exteriorizar verbalmente el agradecimiento o el reconocimiento.
No se le presta la atención que requieren.
Y es una pena perder las oportunidades que surgen de declararlos, porque son enriquecedores tanto para quien los dice como para quien los recibe, aunque, generalmente, ambos son torpes en el manejo de ellos.
Quien los recibe, generalmente, enseguida tiende a restarle importancia –en Análisis Transaccional a eso se le llama “descontar”-; se puede sonrojar o poner nervioso, e insiste erróneamente en menospreciarlo.
Repite una serie de frases hechas: “Tú hubieras hecho lo mismo por mí”, “No es para tanto”, “No tiene importancia”, “Bah”…
“Qué vestido más bonito llevas puesto” –te dicen porque así lo sienten-, y tú contestas: “¿Sí?, pues tiene ya muchos años”, “¿Sí?, pues lo he comprado en un outlet y me ha costado diez euros”, “Parece bueno, pero ya se me ha empezado a descoser por la cremallera…”
Nadie te ha preguntado cuánto tiempo tiene, ni dónde lo has comprado, ni cuánto te ha costado, ni si es bueno… te han dicho que es bonito, y lo que has de hacer dar las gracias y nada más.
Por dentro, puedes felicitarte por haber tenido buen gusto al escogerlo, o por haber sido tan hábil de comprarlo barato; pero por fuera, “gracias” y nada más. Ni siquiera caigas en el cumplido de decir “el tuyo también es bonito”. Eso no es conveniente. Si de verdad lo crees así, se lo dices la próxima vez que se lo veas porque puede parecer que lo dices por quedar bien.
Ni la ironía de “A ti no te quedaría bien” o “Ya te gustaría poder llevar uno de estos”, ni la pretenciosidad de “Es de Fulanito de Tal, de París” o “Me ha costado dos mil euros”.
“Gracias”, es suficiente. Puedes añadir “Me alegra o me gusta que me lo digas”, pero no es imprescindible.
Es conveniente convertir los cumplidos en habituales –sin que por ello se conviertan en rutina y pierdan su valor-, sino que cada vez han de sonar firmes y honestos.
Hacerlo, consolida la relación con la otra persona y hace que sea más íntima; además, demuestra que te fijas en ella y lo que hace, que te das cuenta y lo valoras, que aprecias su esfuerzo o dedicación, y su atención.
Un cumplido crea un lazo de intimidad o de complicidad con la otra persona: les une el hecho de haber compartido el sentimiento íntimo que se ha expresado cuando uno ha dicho el cumplido; ahora, la otra persona sabe un poco más de quien habló, y se da cuenta de que ha ocupado su atención para darse cuenta de ello, y durante ese momento ha sido importante para ella.
Uno ha abierto su secreto al decirlo, el otro ha abierto su corazón para acogerlo.
Es mejor evitar el que un día de arrepentimientos, cuando ya sea imposible arreglarlo, nos tengamos que recriminar por el amor que no dijimos a nuestros padres, por las veces que nos callamos la palabra “gracias”, por los abrazos que censuramos o encadenamos, las veces que amamos sin que el otro lo supiera, por cuando no repetimos por enésima vez a nuestra pareja cuánto le amamos.
Decir, expresar, manifestar, ser generosos en palabras y en hechos y en gestos y en sonrisas… que los cumplidos sean dichos.
Una vez que nos acostumbremos a revelar esa riqueza de sentimientos que nos habitan, comprobaremos que las personas nos quieren más, y que nos movemos en un mundo más risueño y amoroso.