CADA UNO DEBE LLENAR SU PROPIA VIDA
En mi opinión, lo bueno, para unos, y lo malo, para otros, es que la vida la tiene que llenar cada uno con lo que quiera poner en ella.
Viene vacía de contenido –las vidas sólo tienen en común la necesidad de cubrir las necesidades fisiológicas-, y es cada uno quien tiene que poner en ella lo que considere más adecuado para ser feliz o para apreciar la sensación de plenitud y de sentirse a gusto con la propia vida. O para estropearse la vida.
Muchas veces no nos paramos a darnos cuenta de esta maravilla, y nos dedicamos a “sufrir” lo que la vida nos pone por delante –que no es cierto que sea así, ni tiene por qué ser así…-, y parece que se nos olvida la opción de decidir, de gobernarla, de poner las flores y la banda sonora que nos gustan.
Se nos olvida a menudo que nuestra vida es responsabilidad nuestra, y que tenemos que darnos cuentas a nosotros mismos de qué hacemos en ella y con ella; se nos olvida que cualquier omisión es motivo suficiente –y con razón- para que después podamos arrepentirnos de ello; que no es cierto ese pensamiento que a veces nos cruza fugazmente de que no podemos disponer de nuestra vida porque el destino ya está escrito o porque, por más que nos empeñemos –esto lo dice nuestro pesimismo- , nunca nos van a salir las cosas como nosotros queremos.
Si desoímos los límites, si eludimos las zaancadillas, si los muros no son infranqueables para nosotros, entonces nos topamos con la libertad de poder decidir en casi el ciento por ciento de los casos.
Y eso produce un agradable e impagable estado de felicidad. Una sensación de plenitud, de que todo está en orden. Es el contacto más directo con la vida a nuestro servicio.
Es bueno sentir la sensación de pequeños dioses que pueden administrar la vida, que pueden poner en ella lo que quieran, y quitar lo que no quieran.
Y mientras más se vea uno en ese estado, más se dará cuenta de dos cosas: que le gusta y que es más fácil de lo que creía.
Te dejo con tus reflexiones…