¿SABES REALMENTE LO QUE ES SER UN EGOÍSTA?
Puede que no vaya contigo demasiado este concepto; que no te guste que te tachen de egoísta e incluso que te produzca cierto rechazo la idea de obrar de esta manera.
Pero quizás cambies de opinión si entendemos en qué consiste exactamente el maltratado egoísmo. Y si me lo permites, le pondré un apellido que aclare el concepto del que quiero hablarte: egoísmo inteligente.
En su libro Egoísmo Sano, el Dr. Richard Heller y la Dra. Rachel Heller, nos dan una definición del buen egoísmo que, personalmente, me gusta mucho por su simpleza y claridad:
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“Ser sanamente egoísta es respetar los propios sentimientos y necesidades aún cuando los demás nos los respeten. Sobre todo, si no los respetan.”
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A esto sólo le quedaría añadir un matiz: “… para amar y servir mejor a los demás”. Esto es, para mí, el mejor y más fructífero egoísmo.
El egoísta inteligente no se pone ni por encima ni por debajo de los demás. Atiende sus propias necesidades entendiendo que cada uno ha de hacer lo propio sin poner a nadie por delante. Y aquí no hay juicios de valor que valgan.
Por desgracia, el significado de egoísmo ha quedado atrapado en las connotaciones negativas que, entre todos, le hemos ido dando. Así, vemos que la RAE lo define como “Inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidar del de los demás”.
Con esta referencia… ¿quién desearía ser considerado un egoísta? Seguramente muy pocos.
Podemos leer entre líneas que aquel que cuida mucho de uno mismo o no cuida lo suficiente de los demás no es digno del amor y respeto de los demás. Ha quedado juzgado y sentenciado por la sociedad en base a sus valores imperantes.
Y tú… ¿quieres saber si eres un egoísta inteligente? ¿O si por el contrario has decidido ponerte por debajo de los demás?
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PRINCIPAL TRAMPA DEL ALTRUISMO: OLVIDARNOS DE NOSOTROS.
¿Cuándo fue la última vez que cuestionaste tus valores? ¿Y al juez interior que te dice lo que está bien o mal?
Quizás con el altruismo te haya pasado lo mismo y jamás se te haya ocurrido cuestionar un valor tan loable y moral como el altruismo.
Y te entiendo perfectamente; yo también he pensado (y vivido) así durante mucho tiempo. Es más… a la que me despisto vuelvo a caer en el error de anteponer los intereses de otros por encima de los míos… y esos otros no necesariamente son mis seres queridos.
Hoy en día estamos bombardeados por ideas del tipo ama a ti mismo como a los demás o para amar a los demás primero has de amarte a ti mismo. Las vemos, las escuchamos y las sentimos así.
Sin embargo, tus acciones mandan el mensaje contrario: complaces las necesidades (incluso los deseos) de otros por encima de las tuyas. Y no sólo eso, sino que continuas emitiendo juicios negativos a esas otras personas que entienden el verdadero significado del egoísmo inteligente.
Pero no debes torturarte por ello. Total, es lo que has mamado de una sociedad en la que precisamente no está bien visto que cada cual se procure su propia felicidad por delante de la de los demás. Quizás la pregunta sea: ¿Está nuestra sociedad programada de forma errónea en lo que se refiere a la noción de darlo todo a los demás?
Independientemente de la respuesta, no resulta raro que así sea. Mediante la aprobación y el reconocimiento social se bonifica y refuerza mucho el ser bueno con los demás y el preocuparse por los demás (conducta neurótica donde las haya)… Y si no es así, aparece el sentimiento de culpa: te sientes mal padre, mal amigo,… Y eso no es sano.
O como bien dijo Jiddu Krishnamurti: No es saludable estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma.
Lo que no quizás no sepas es que, anteponer los intereses de los demás a los tuyos es un signo claro de falta de autoestima, tener una idea muy pobre de ti mism@ y es una de las principales causas de frustración e insatisfacción cotidianas.
¿Y sabes por qué? Porque aunque lo creas o no, lo sepas o no… SIEMPRE esperas algo a cambio… que quizás no llega.
QUÉ HAY DETRÁS DE UN ACTO ALTRUISTA
Pocas veces hay amor incondicional, el único que no provoca resentimiento alguno.
En el momento en el que destinas tus recursos (tiempo, energía y dinero) a otras personas te estás generando una deuda emocional, seas o no consciente de ello. Esperas que te salden dicha deuda con retribuciones de lo más variopinto. Pero en resumidas cuentas, estás generando muchas expectativas esperando a ser cumplidas, normalmente en forma de reconocimiento.
Esa es una de las trampas del falso altruismo: Si esperas algo a cambio, ya te has equivocado. Has comenzado a beber de la fuente de la insatisfacción.
Porque el altruismo ha de ser gratuito. El otro no tiene porqué sentirse en deuda contigo. Sólo de esta manera podrás dar sin esperar algo a cambio.
Y para poder dar, antes has de darte tú. Así que… ¿has cubierto ya tu cuota de egoísmo inteligente?
Cuando se trata de amar: sólo puedes entregar aquello que ya tienes.
¿SEGURO QUE ES POR ELLOS?
Esta sociedad nos ha hecho esclavos de la abnegación a través de la necesidad de aprobación. Hemos crecido sitiados con el mensaje quiere más a los demás que a ti mismo, que ha quedado arraigado en nuestra mente en forma de una profunda creencia cuya violación despierta en nosotros un molesto sentimiento de culpa.
Pero, ¿cuál es la ventaja de darnos a los demás? ¿qué esperamos a cambio?
Como mínimo, librarnos de ese sentimiento de culpa.
Nos entregamos a los demás porque aún no sabemos no hacerlo. Las personas abnegadas se vuelcan en los demás, con más o menos gusto, para librarse de la sensación de malestar que les acarrearía no hacerlo. ¿Por qué? Porque se juzgarían como inmorales. Es decir, han aprendido de la sociedad a juzgarse como inmorales.
Y esto tiene otras consecuencias:
Por un lado, si das demasiado los demás se acostumbran y dejan de valorarlo. Se acaba dando por hecho que siempre has de dar como siempre has dado. Recuerda que tus relaciones con los demás construyen tu identidad.
Por otro, puedes llegar a depender tanto de vivir para los demás que si no tienes para quién vivir puedes sentirte mal… muy mal, y no saber qué hacer con tu vida.
En esos extremos, puedes desconectar tanto de ti mismo como para no saber qué cosas te gustan hacer, qué necesidades tienes y qué cosas te ilusionan… No lo sabes de ti, pero sí conoces bien los deseos, necesidades e ilusiones de los demás.
He aquí la diferencia entre el falso altruismo y el egoísmo inteligente: con el primero, buscas cierto grado de reconocimiento de los demás; con el segundo, te sientes feliz haciendo cosas por ellos, independientemente de si hay o no retorno de algún tipo.
Me gustaría cerrar este punto con un par de preguntas. Para ti son las respuestas:
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¿Realmente ayudar a los demás de la forma en que lo haces te está haciendo más feliz?
¿Lo haces por ti o de cara a la galería?
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