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 73 – LA MUERTE



Julio 25, 2020, 06:16:22 am
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Desconectado Francisco de Sales

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73 – LA MUERTE
« en: Julio 25, 2020, 06:16:22 am »
CAPÍTULO  73 – LA MUERTE

Este es el capítulo 73 de un total de 82 -que se irán publicando- en los que se explicarán los conocimientos necesarios acerca de TODO LO QUE HAY QUE CONOCER PARA HACER BIEN UN PROCESO DE DESARROLLO PERSONAL Y ESPIRITUAL.


“¿Hay vida después de la muerte, o no la hay?
Esta no es la cuestión importante.
¿Hay vida antes de la muerte?
 ¡Esta sí es la cuestión!”
(Tony de Mello)

“La muerte es el regreso a la nada de la que partimos”.

“Es una tontería afligirse porque la muerte nos espera, puesto que se trata de algo que, una vez que llega, ya no hace daño. Acostúmbrate a pensar que la muerte no es nada, pues mientras vivimos no es parte de nuestro propósito y, cuando estamos muertos, ya no existimos más. Tonto es aquel que declara temer a la muerte no porque una vez que llega es temible sino porque es temible esperarla. El conocimiento del hecho de que la muerte no es nada nos permite disfrutar mejor la vida.”
(Epicuro)

“La muerte no es la mayor pérdida en la vida. La mayor pérdida es lo que muere dentro de nosotros mientras vivimos”.
(Norman Cousins)

“La vida no es igual para todos. La muerte sí es igual para todos”.
(Johan Liebherath)

“La muerte sólo tiene importancia en la medida
que nos hace reflexionar sobre el valor de la vida”.
(André Malraux)

“La muerte es una dura experiencia. Sobre todo para los demás”.

“Qué muerto está el que asesina su tiempo (que es peor que matarlo) con premeditación (inventándose obligaciones, creándose compromisos, llenando el tiempo de vacíos ocupados)
y con alevosía (eso sí: que no parezca que he sido yo)”.



Si hay algo en la vida de lo que se puede estar seguro, incluso los que siempre dudan de todo, todos los incrédulos y los escépticos, es que uno se va a morir.
A pesar de que todos confiamos en ser la primera excepción, el que rompa la tradición, sabemos que pasará y sería conveniente asumirlo con tiempo.
Y es bueno ser conscientes de que al darnos la vida nos dieron también, en el mismo lote indivisible, la muerte.

Es un acto involuntario, inevitable, incomprendido, que va a suceder, por tanto, es mejor no oponerse, total… ¿para qué serviría?
Sí debes luchar para vivir todo el tiempo que puedas, de una manera digna, con calidad de vida, y no desperdiciar ni un instante en sufrir por lo que va a suceder de todos modos.

La parte positiva de saber que te vas a morir es que te hace, o debería hacerte, más consciente de que estás vivo aquí y ahora.
Lo que sea, aquí y ahora.
Para mí hablar de muerte es hablar de vida, porque mientras no tomemos consciencia de vez en cuando de que seguimos restando años a nuestro tiempo de vida, de que cada día queda un día menos para que aparezca la palabra FIN, seguiremos dejando que los días se vayan sin ser vividos, sólo siendo consumidos.

Aplazar las cosas para más adelante puede ser aplazarlas para nunca.
Incluso debes pensar en tener la educación y galanura de ser agradecido cuando llegue, por todo lo que hubo entre la llegada al mundo -con saldo cero en tu cuenta corriente- y todo lo que puedes disfrutar hasta su llegada.


REFLEXIONES SOBRE LA VIDA Y SOBRE LA MUERTE

La muerte es una costumbre de la vida. Así ha sido y así será. No es algo negociable ni evitable, así que es interesante tener esto claro y convivir con esa idea sin que por ello tenga que convertirse en algo trágico.

“Ya sabía que algún día llegarías”. Este puede ser el saludo cuando se presente. “Te esperaba. No te voy a decir que me agrades, pero tampoco voy a oponerme a lo que es inevitable”. Pero para tener esta serenidad y esta grandeza es necesario haber tenido una vida en la que quepan la menor cantidad posible de arrepentimientos, la menor presencia de sufrimientos inútiles, el menor derroche de una vida que para entonces ya se habrá comprendido –con mucho retraso- que es IRREPETIBLE e IRRECUPERABLE.

El dolor de los arrepentimientos es un dolor inconsolable. En este caso no es posible la reparación del mal hecho. Jamás nadie volverá a su infancia para darse cuenta de ella con toda su intensidad y disfrutarla plenamente, ni a sus quince años para vivirlos de otro modo, ni a la esplendidez de sus treinta.

Un día nosotros no estaremos y el mundo seguirá moviéndose igual, las olas seguirán llegando con regularidad y cada estación del año seguirá volviendo. Los que nos echarán en falta nos sobrevivirán unos pocos años y entonces sólo quedará, tal vez, una placa en un cementerio que un curioso mirará y tal vez reflexione “este también creyó en su momento que era alguien o que era importante”.

Cuando alguien me pregunta por el destino, y me dice que le gustaría saberlo de antemano, saber cómo o cuál va a ser, mi pensamiento ya tiene una respuesta preparada: lo que va a haber en medio, en los próximos años, no lo sé, pero tu destino –como el mío- es claro y es seguro: la muerte.


VER A LA MUERTE SIN MIEDO Y SIN PENA

Pensar en morir es algo muy poco agradable.
Decir que tenemos apego a la vida –que puede ser muy cierto- no va a hacer que alguien deje de sentir la muerte como algo indeseado.
Pero, repito, no es por morir sino por dejar de vivir.
Y esto hay que tenerlo claro.
Entenderla y aceptarla puede ser muy liberador, puede rebajar la tensión de toda una vida que dejaría de vivirse en un desasosiego y asustados ante su llegada.
Conciliarse con la muerte es algo que requiere que se le dedique un tiempo de vez en cuando. Mientras más se piense, más natural se verá, y ser atento observador de los sentimientos hacia ella permitirá comprobar cómo vamos cambiando su visión.

Mucha gente prefiere no hablar del tema pensando –ilusamente- que “hablar de la muerte es llamarla”, y creen que si no se habla de ella igual no se da cuenta de nuestra presencia y se olvida de venir a buscarnos. Nuevamente ilusos.


VARIAS IDEAS INCONEXAS SOBRE LA MUERTE
(es un desbarajuste creado a conciencia, para que cada uno extraiga lo que más le convenza)


Parece que sólo nos damos cuenta de la muerte de los demás, ya que a la nuestra no acudimos conscientemente. Cuando nos toque ser el que ha fallecido ya habremos dejado de ser nosotros mismos, ya no tendremos o no seremos esta entidad actual que se preocupa por ese momento. Al estar muertos no tendremos sentimientos ni emociones ni dolor ni angustia ni añoranzas ni penas.
No estaremos nosotros para sufrir todo eso que imaginamos.
Uno se muere y se acaba todo: lo bueno y lo malo.

Aceptar con naturalidad el fin de la vida relaja mucho. Sin oposición no hay sufrimiento.

La muerte no existe. No hay algo que sea específicamente “una muerte”. Llamamos con ese nombre al fin de la vida.

Es muy correcto sentir pena o tristeza por la muerte de un ser querido. Gracias a Dios, somos humanos.
El corazón no entiende de teorías ni razones.
La lógica habla un idioma incomprensible para los sentimientos y las emociones.
Conviene hacer un duelo por el fallecimiento de los seres queridos. Si no brota de un modo natural, o si uno se pone trabas para hacerlo, entonces puede ser necesario contar con la colaboración de un profesional. Pero hay que hacerlo. No llorar se puede convertir en un cáncer para el alma.

Archivamos mucha información y muy dispersa sobre la muerte: miedo, seres queridos que no volvemos a ver, sufrimiento, desaparecer de la vida, llegar a lo desconocido, la posibilidad del dolor, volver a ser otra vez espíritu...
Se asocia a lo desconocido y por eso se teme.
Pero no es más que el fin de algo. Nada más.
Habitualmente, sólo asociamos muerte al final de la vida.
En realidad, nos morimos cada noche al dormir, pero no le damos importancia porque resucitamos poco después; también se mueren los momentos cuando se terminan; se mueren las distintas etapas de nuestra vida, pero es necesario que así sea: debe morir la noche para que nazca el día, y debe morir el día para que nazca la noche, y debe morir el otoño para que nazca el invierno, y el río para que nazca el mar, y la niñez para que nazca la siguiente etapa...
Es parte de un ciclo imparable: no podemos oponernos, no hay trucos, ni favoritismos, ni pactos con el diablo…

Asumir con naturalidad que la muerte es algo que nos va a suceder y que no admite derrota, es lo mejor que podemos hacer para vivir más intensamente y con más consciencia.
Habrá un momento en nuestra vida, a partir de cierta edad, que se puede llamar “Tiempo de los Arrepentimientos”, que puede ser muy malvado porque se encargará de reprocharnos nuestro derroche ya irremediable de la vida a los que no hemos vivido plenamente. Aún estamos a tiempo de evitar esa crueldad, que es al mismo tiempo nuestra desdicha.

La muerte es el final del trayecto, no hay duda, pero saber cómo vamos a acabar no debe menoscabar ni un ápice el tiempo que falta hasta entonces. Que sepamos que algún día eso va a suceder no debiera ser sino un aliciente para tomarse la vida con más vitalidad y más ganas. Desde hoy y hasta entonces, que todo sea óptimo, que aprovechemos la vida, que nos vayamos en paz y con la tarea de Vivir cumplida.

No te confundas: no es lo mismo tener miedo a morir que tener miedo a dejar de vivir.
Tal vez se acierte más diciendo que “no me importa morir, lo que me importa es dejar de vivir”.  No deja de ser un juego con las palabras, pero si alguien lo ve mejor así y se queda consolado… pues adelante.
Pero no es lo mismo. Sería bueno reflexionar sobre ello; quizás te tranquilizaría mucho.

No te conformes con una vida mediocre y vacía con el pobre consuelo de que supuestamente hay un Cielo al que irás, o que te quedan otras encarnaciones que pueden ser mejores.

La vida es una muerte si no se vive con intensidad y consciencia.

A veces pedimos la muerte, pero no es que queramos morir: es que no queremos que nos siga pasando lo que nos está pasando.

Morir es dejar de existir, no dejar de Ser.


PENSAMIENTOS DE QUIEN CREE QUE HAY ALGO MÁS

Me dijiste: “me debes la vida”.
Y yo pensé que era un dicho y no un precio.
Ahora que me la reclamas seriamente y muestras tu intención de no irte sin haberla cobrado, me planteo urgentemente qué hice y qué no hice, y, sobre todo, quién eres.
Me contestas: “la muerte”
Yo sé que tú no eres tú, no eres quien manda. Eres una intermediaria.
Sé que vienes a recogerme para llevarme de nuevo a mi origen.
Si te temo y te maldigo es porque no te recuerdo.
Más adelante agradeceré tu atención y te pediré disculpas por mi poca colaboración: es la reacción humana lógica por lo que hemos oído hablar de ti.
Comprende que me siento atado a este cuerpo, y que además creo que todo esto es verdad: me creo que soy yo y que estoy vivo.
Cualquier día se me pondrán las cosas en su sitio y quizás te pida que vengas muy a menudo pero en pequeñas dosis; quizás de tanto morirse el que no soy algún día quede sólo el que sí Soy, sobreviviendo a los usurpadores que me han robado la identidad y se disfrazan de mí y se llaman como me llamo yo.
Sabes que te asocio con lo desconocido y con el miedo: ahora creo que eres mucho más importante de lo que eres en realidad, y te trato con sin temor pero con respeto.
El día que me dé cuenta dentro de mí de que eres nada, nadie, ni tienes entidad, ni vives en ningún lado, entonces te miraré cara a cara y de igual a igual, o quizás te mire por encima del hombro porque Yo sí Soy y tú no eres.
Debería temerte si fueras una sorpresa y no estuvieses anunciada, pero ya hace muchos años que me hablan de ti, cada vez más cerca y más a menudo, me hablan de tus apariciones intempestivas, ruidosas, llenas de tragedia y llantos, y de que otras veces llegas por la noche y en silencio, cortas el grifo de la respiración y entonces uno se queda quieto.
Me es igual. Nos conocemos de lejos, pero algún día nos veremos. Yo me marcharé y tú te quedarás a chupar los huesos.


DESDE UN PUNTO DE VISTA MÁS ESPIRITUAL

En muchas religiones, como en el Cristianismo, la muerte debiera ser motivo de alegría, -pero no es así- ya que a partir de su llegada empieza esa parte buena en que uno se reúne con Dios y con sus seres queridos anteriormente fallecidos, según prometen.
Algo tendrán que revisar los que no quieren morir aún sabiendo que lo que sigue es mejor.

Conviene saber que, según algunas tradiciones espiritistas, y las que contemplen las reencarnaciones, con nuestro dolor impedimos el proceso correcto por el cual los fallecidos tienen que dejar este mundo para dirigirse al otro.
Parece ser que “no les soltamos” con nuestras constantes reclamaciones: “no puedo vivir sin ti…”, “te necesito…”, “si tú me faltas yo no soy nada…”, parece ser que en ese momento el espíritu, que está en el proceso de transición desde el cuerpo físico, no termina de desprenderse y se queda entre dos mundos, siendo consciente de que tiene que seguir su proceso, pero aún apegado a las personas con las que compartió la vida.
Es conveniente tener una conversación imaginaria con el difunto que nos acaba de dejar –aunque es mejor si se verbaliza-, reconocer el amor que le tuvimos y que seguiremos manteniendo, y agradecer cuanto recibimos de su parte y su compañía mientras estuvo, y garantizarle un lugar en el corazón para siempre, pero conviene darle permiso para que siga su camino hacia el lugar donde se reúnen las almas, para que pueda terminar su proceso correctamente, en paz, con libertad y con la conciencia tranquila.


RESUMIENDO

La muerte es el mejor ejemplo de realidad.
Te espera hasta el último de tus días, pero llega inexorablemente.
De ti depende tener los deberes hechos para cuando llegue.
De ti depende tener las alforjas llenas de amor y buenas obras, el alma en paz, la vida satisfecha y los deberes hechos para poder partir con ella con tranquilidad.
De ti depende recibirla con los brazos abiertos o negarte obstinada e inútilmente.
De ti depende recibirla con gallardía y predispuesto.
Pero esto sólo lo conseguirás si estás en paz con el mundo y con tu vida.
Y esto, de ti depende.

Algo de lo leído, o todo, si quieres que te sea útil requiere de tu participación reflexiva, que tú ordenes todo lo anterior en tu mente o en tu corazón, que seas tú quien descarte lo inútil después de haberlo sopesado, y que seas tú quien tome la decisión con respecto a qué harás hasta que llegue el final de tus días.

Recuerda: “¿Hay vida después de la muerte, o no la hay? Esta no es la cuestión importante. ¿Hay vida antes de la muerte? ¡Esta sí es la cuestión!


Francisco de Sales








 

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