NO CULPES A LOS ALACRANES PORQUE PICAN
En nuestro caminar por el sendero de la vida, a veces es imposible evitar toparnos con gente tóxica, que mantiene una actitud destructiva hacia los demás, y por supuesto, para sí mismos. Cuando convives con ellos, te preguntas cómo es posible que les vaya bien en cualquier área en la que se desempeñan, si su comportamiento es tan nocivo. Sin embargo ahí están y continúan existiendo en nuestro entorno, querámoslo o no.
Habrá ocasiones en que simplemente nos demos la media vuelta y no volvamos a verlos jamás, sin embargo hay otras en las que forman parte de nuestro ambiente laboral o familiar y la convivencia con ellos no es voluntaria sino necesaria. Nuestra tarea es aprender a lidiar e incluso a aprovechar el comportamiento de estos personajes.
Lo primero que precisamos, es reconocer cuál es la justificación que se dan ellos mismos por su forma de actuar. Esto puede ser ilustrado con la fábula de la rana y el alacrán, la cual se le atribuye a Esopo:
“Había una vez un alacrán que estaba parado en la orilla de un estanque, con la mirada fija hacia el otro lado. Al tiempo, una verde rana, se disponía a meterse a nadar y el alacrán le habló: - Buenos días ranita, ¿me podrías ayudar a cruzar al otro lado? No sé nadar y si tú me subes en tu lomo, llegaría allá rápidamente-, la rana le contestó - ¡No, ni pensarlo! Si te llevo, lo más probable es que me piques y me cueste la vida. Así que ni lo sueñes- El alacrán la increpó – Mira ranita, entiendo que desconfíes de mí, pero considera que si te pico, nos ahogaremos los dos y no voy a poner en riesgo mi propia vida, así que puedes estar tranquila- La rana, convencida por el argumento lógico, terminó aceptando y subió al alacrán a su lomo y comenzó a nadar.
Cuando iban a la mitad del estanque el alacrán levantó la cola y hundió su aguijón envenenado en la espalda de la pobre rana, que empezó a paralizarse casi de inmediato. La rana le dijo - ¿Por qué lo hiciste? ¿Qué no ves que ahora nos vamos a ahogar los dos? ¡Nunca debí haber confiado en ti!-, el alacrán le contestó –No puedo evitarlo. Es mi naturaleza.”
Este tipo de “alacranes” que nos salen al encuentro una o varias veces en la vida, necesitan portarse así, simplemente porque son congruentes con el papel de villanos que les ha tocado desempeñar, aunque conscientemente no lo sepan. Forman parte de la balanza perceptual entre el bien y el mal, y a ellos les ha tocado el papel más oscuro de la obra.
No obstante, debemos recordar que en realidad, ellos son maestros disfrazados para nosotros. Si existen en nuestro entorno, es sin duda porque hay algo que tenemos que aprender de ellos. A veces es evidente, que se nos presentan como ejemplos inversos, esto es, que nos sirven para determinar cuáles son los comportamientos que debo evitar imitar, porque por paradójico que nos parezca, terminamos haciendo aquello que aberramos. No por nada existe el refrán: “Aquello que no puedes ver, en tu casa lo has de tener”.
También sirven como reflejo, para darme cuenta qué es lo que veo en ellos que no termino de aceptar en mí, tal como lo habíamos analizado en el artículo “Tú, mi espejo”. Cuando aprendes a percibirlos de esa manera, empiezas a recibir frutos de esa preciosa enseñanza que inconscientemente te están aportando. Siempre es posible aprender de cualquier persona, pero de los “villanos” que aparecen en la escena de nuestra vida, la enseñanza es mucho mayor y más trascendental para nuestra evolución personal.
La enorme ventaja que tienen esos “alacranes” existenciales, es que son altamente predecibles. Tal como ocurre con los personajes de un libro o de una película, siempre sabemos de antemano cómo van a reaccionar en una circunstancia dada y naturalmente podemos utilizar eso a nuestro favor. Y no me refiero a manipularlos por su predictibilidad, sino aprovechar su fuerza de oposición para utilizarla a favor nuestro.
Recuerda siempre que ellos actúan por inercia y por naturaleza y tal vez en algunos casos hasta sin intención, porque ellos creen que están actuando bien. Evita a toda costa culparlos y mejor agradéceles su enseñanza, que aunque esté impregnada de veneno, no deja de ser un aprendizaje de gran valor.
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