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 SABER COMUNICARSE - 2ª parte



Febrero 16, 2014, 05:16:19 am
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Desconectado Francisco de Sales

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SABER COMUNICARSE - 2ª parte
« en: Febrero 16, 2014, 05:16:19 am »
SABER COMUNICARSE: OBSERVACIÓN Y ESCUCHA ACTIVA
Dos son las herramientas básicas que se deben usar para garantizar ese conocimiento al que se ha aludido y su correspondiente ajuste comunicativo, y ambas herramientas corresponden a dos de los sentidos de que disponemos: la vista y el oído.
Es preciso fijarse y mirar atentamente al interlocutor, observar sus movimientos, sus gestos y todos los detalles que puedan darnos pistas de su estado y estilo para dar después en el blanco una vez que le mandamos cualquier mensaje. Una observación visual atenta del otro nos permite también calibrar la oportunidad de hacer o decir algo en un momento determinado. Cuanta más capacidad de observación, mejores posibilidades de comunicarnos, porque conocemos el terreno que pisamos. No es absolutamente preciso, aunque facilita el proceso, conocer al interlocutor y su biografía para darnos cuenta de cómo hemos de tratarle en un momento dado. Basta con observar cómo reacciona para darnos cuenta de la procedencia o improcedencia de nuestro mensaje.
Respecto a la escucha, mal llamada activa, porque toda escucha ya es activa (lo que es pasivo es limitarse a oír), es una herramienta fundamental por cuanto nos proporciona un mayor conocimiento de la actitud, el pensamiento, la postura, la opinión, el estado y demás de nuestro receptor y eso facilita la comunicación para no hacer o decir lo que no es oportuno y hacer o decir lo apropiado.
Cuando estamos escuchando debemos mirar a nuestro interlocutor no sólo para observarlo, sino también para darle a entender que le seguimos y nos interesa lo que dice, para transmitirle que le estarnos escuchando realmente y que lo que nos dice nos interesa. Es preciso también parafrasear, es decir, repetir alguna frase que acaba de decir para que sepa que le seguimos en su intervención. Debemos asentir con la misma finalidad, pues a quien habla le gusta sentir que se le escucha y se le sigue. Las interrupciones deben ser sólo las necesarias para el buen desarrollo de la comunicación y no precisamente para hablar de nosotros mismos y exponer nuestros puntos de vista, que es lo que suele ocurrir en nuestras conversaciones, en las que parece que estamos esperando intervenir para exponer lo que nos interesa más que lo que le interesa al interlocutor.
Si el interlocutor tiene la sensación de que le escuchamos atentamente, de que nos interesa lo que dice y de que le damos importancia, es más probable no sólo que le conozcamos mejor, sino también, como añadidura, que se muestre más comunicativo.

SABER COMUNICARSE: CONOCER LOS CANALES Y LOS MENSAJES
No basta con conocer al receptor, sino que es necesario conocer también los canales que existen y el canal que hay que utilizar en un momento dado o con determinadas personas. Hay personas que son más visuales y, por tanto, les llega todo mejor a través de la vista y los ejemplos que se ven. Otros son más auditivos y les gusta escuchar y que se les hable. Otros son más gestuales, más táctiles o cinéticos y les llegan mejor los mensajes a través del contacto y de la acción. Registrar el canal preferido por el otro implica por nuestra parte una gran capacidad de observación.
Igualmente es preciso conocer qué mensajes orales son los mejores o qué palabras y expresiones conviene utilizar con nuestro interlocutor para que la relación sea más satisfactoria. Pero también hay que cuidar el lenguaje no verbal al que ya hemos aludido en espacios anteriores.

SABER COMUNICARSE: GANARSE A LAS PERSONAS
El 80 por ciento de nuestras comunicaciones deben perseguir ganarnos la receptividad del otro y su colaboración, su aceptación, su respuesta favorable, su amistad, su ayuda, su cambio, etcétera. Por eso, en cuanto emisores que somos, y receptores otras veces, hemos de intentar por todos los medios lograrla poniendo buen cuidado en esa adecuación de los mensajes, sean del tipo que sean, porque, si es buena, tiene más probabilidades de producirse la respuesta favorable. Ayudan también a conseguirla el reparto generoso de lo que se conoce como «caricias psicológicas», es decir, saludar, dar las gracias, pedir perdón, felicitar, alabar, regalar, pedir por favor, ayudar y todo aquello que al otro le predisponga a una respuesta positiva hacia nosotros.
El otro 20 por ciento es la comunicación que debe darse cuando tratamos de que el otro nos respete, cuando hay cierta tensión entre los que se relacionan por la razón que fuese, cuando percibimos que hay intentos de abuso de confianza o de poder, cuando se rompe la armonía en la comunicación, sea cual fuere la razón, y también cuando hay conflicto. En esos casos la comunicación recomendable es la que se realiza asertivamente, es decir, mediante la exposición de opiniones, derechos, peticiones, reclamaciones, quejas, etcétera, en un tono sereno, claro y natural, equidistante entre la manifestación agresiva y la inhibición o represión.
Tanto las caricias psicológicas como la comunicación asertiva son demostración de que uno sabe comunicarse porque logra lo que pretende; que el interlocutor nos haga caso o nos respete.

SABER COMUNICARSE: PROBLEMAS DE COMUNICACIÓN Y RELACIÓN
Casi todos los problemas de comunicación y relación provienen de tres frentes: un deficiente conocimiento de nuestro estado emocional y nuestro estilo de comunicación; un deficiente conocimiento de nuestro interlocutor, de su modo de ser, así como del estado emocional y situación en que se halla cuando queremos comunicarnos; y en tercer lugar, una deficiente actitud para conseguir que nuestro mensaje llegue. Pero quizás el mayor impedimento procede del excesivo autocentramiento. Estamos demasiado pendientes de nosotros mismos, demasiado centrados en lo nuestro, y ello dificulta seriamente el conocimiento del otro y la oportunidad o inoportunidad de comunicarnos.
Es muy importante percibir al otro, no tanto para catalogarle o etiquetarle, sino para descubrir cuál es su perfil. Ese descubrimiento nos permitirá adecuar o adaptar nuestro mensaje, lo que decimos y hacemos, a su forma de ser. El principio de semejanza dice que cuanto mas parecidos sean emisor y receptor, mejor será la comunicación. Por ello, hay que hacer un esfuerzo para adaptar nuestro mensaje o asemejarnos a él, una vez conocido su perfil. También es importante conocer el estado en que se encuentra cuando lo tratamos. Mensajes que en un momento dado pueden ser recibidos por él receptivamente no los recibirá si no se encuentra en un estado adecuado. Por eso hay que cuidar la oportunidad o inoportunidad de lo que decimos o hacemos en un momento dado.

SABER COMUNICARSE: CUIDAR LA FORMA Y EL CANAL, EVITAR LA IMPULSIVIDAD Y LAS ETIQUETAS Y PREJUICIOS
Cuidar la forma y el canal
A poco que se observen las relaciones personales y los problemas de comunicación que surgen, se podrá concluir que muchos de los problemas proceden de una forma inadecuada de hablar o tratar a la gente. A veces, teniendo razón el emisor en lo que dice o hace, se equivoca y se rompe la comunicación por no haber utilizado las formas adecuadas, relacionadas con el lenguaje verbal (al decir lo que no debería decir, al no elegir bien las palabras) o con el no verbal (bien porque lo hacemos nerviosos y con la voz, los gestos o las formas alterados, o porque no medimos nuestras acciones u omisiones).
 
Evitar la impulsividad
Muchas veces, llevados de nuestro estado emocional más que de la consideración de la situación, nos lanzamos a hablar o a actuar sin medir mínimamente las consecuencias ni valorar la procedencia o improcedencia de nuestras actuaciones, y cuando menos lo pensamos descubrimos que si hubiésemos hecho uso de la prudencia y la observación de toda la situación, quizás habríamos actuado de otra forma y no nos habríamos encontrado con un conflicto. Somos un haz de emociones prestas a dispararse sin reparar lo suficiente en cuáles pueden ser las consecuencias... y eso perturba las relaciones personales.
Llevados de nuestra carga emocional no controlamos nuestras palabras y actuaciones y simplemente lo que hacemos es provocar al otro, con lo cual el otro no responderá bien a nuestros mensajes futuros, pues se habrá creado un choque o conflicto. El otro es, igual que uno mismo, un conjunto de sentimientos y emociones que sueden ser activados en cualquier momento por nuestros mensajes. Si el sentimiento que activamos es positivo, no quedará interrumpida la comunicación, sino que, muy al contrario, será eficaz. Si, por el contrario, y esto es lo más frecuente, el sentimiento que activamos es de valencia negativa, se alterará o romperá la comunicación y, una vez alterada, costará trabajo volver a restaurarla satisfactoriamente.
 
Etiquetas y prejuicios
Hay un elemento previo a cualquier acto de comunicación y relación que puede influir muy negativamente: la carga de prejuicios o estereotipos con los que nos acercamos a las personas. Esos prejuicios actúan a modo de filtros que distorsionan la imagen real de quien tenemos delante y no nos permiten captar su realidad, sino que más bien la tiñen con el color de nuestra posición, porque vemos lo que ya esperábamos ver. Los prejuicios son los mayores obstáculos para adaptar nuestros mensajes, porque o no recibimos del emisor lo que nos trata de comunicar o cuando lo recibimos distorsionamos la percepción basándonos en esas etiquetas prefijadas, con lo que se hace impracticable la buena comunicación.

SABER COMUNICARSE: ¡RECUERDA!
La comunicación es un ejercicio dinámico que requiere una gran capacidad de observación, de comprensión y una gran capacidad de obrar adecuadamente respecto al otro, a la situación y al momento. No vale «café para todos». Cada persona es un mundo, precisa de un traje a su medida y dentro de cada persona no todos los momentos son iguales, es decir, que la persona cambia también según el escenario, el estado físico y mental, el contexto y el momento biográfico por el que esté atravesando. Saber comunicarse es una habilidad que se aprende, se ejercita y puede perfeccionarse. Es una de las habilidades más importantes, si no la mayor, que puede aprender y ejercitar el ser humano. Al fin y al cabo, lo que más hacemos, sea cual fuere nuestra profesión, es comunicarnos. Hay algunos problemas que nos dificultan la comunicación, aunque, a decir verdad, no todos los problemas surgen de uno mismo. También las dificultades pueden surgir de personas que no están por la labor de facilitar la comunicación.


http://www.proyectopv.org/3-verdad/ssabercomunicarserecuerda.htm


 

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