Bien, a todo esto, ahora le añadimos un concepto muy importante: la interdependencia. Esto nos puede parecer muy lejano, abstracto. Pues bien, en el campo de la Física y de las matemáticas se viene considerando desde hace tiempo la famosa “teoría del caos” y uno de sus ejemplos “el efecto mariposa” que mas o menos postula que el batir de las alas de una mariposa en China puede producir a través de una concatenación de sucesos, por de pronto impredecibles, una tremenda tormenta en Nueva York. Esto respecto a lo que concierne al mundo físico, de materia. Lo que nos viene a decir es que hechos aparentemente insignificantes pueden generar efectos colosales que no se pueden prever, porque las modificaciones que produce el hecho causal , en su entorno, pasan desapercibidas pero aun así, existen y producen efectos reales. De esto se infiere que cualquier modificación, por pequeña que sea, de una minúscula parte de un todo afectará al todo en su conjunto. Y por supuesto la modificación del todo afectará a todas y cada una de las partes. Pues bien si esta ley la extrapolamos al hombre y al cosmos podremos ver que las consecuencias de los actos del ser humano tienen unas consecuencias generalmente impensables. Para empezar debemos ampliar el concepto de cosmos a algo más concreto: El mundo normalmente conocido, constituido por los cuatro elementos clásicos: Tierra, agua, aire, fuego. O sea: sólido, liquido gaseoso y plasmático, además: Cuatro niveles y estados en el mundo etérico o vital , siete niveles de manifestación en el mundo anímico, cuatro niveles de manifestación en el mundo espiritual inferior (Devachan Rupa) y otros tres niveles de manifestación en el mundo espiritual superior (Devachan Arupa). Esto representa un total de 22 niveles de manifestación de la realidad conocida. Es imprescindible considerar lo que se acaba de decir reflexionando tranquila y profundamente en ello. Solo después podemos comenzar a considerar que cualquier actividad o ausencia de actividad que llevamos a cabo no solo en los actos de voluntad, hacer algo en el mundo, actos manifiestos, sino cualquier sentimiento, cualquier pensamiento, cualquier palabra, cualquier silencio, cualquier gesto, van a tener unas consecuencias concretas en todos los ámbitos de la realidad y eso absolutamente ningún ser lo va a poder evitar. Eso quiere decir que todos los seres humanos somos seres morales lo queramos o no pues estamos alineándonos permanentemente con el bien o con el mal dependiendo de las consecuencias que producen en los diferentes ámbitos de la realidad los efectos de nuestros actos, para el enriquecimiento armónico y el mantenimiento del orden y equilibrio, o por el contrario de la destrucción, desorden y caos de la realidad.
EVOLUCION En principio nos podemos preguntar ¿Qué es lo que realmente puede evolucionar en un ser humano? Las ciencias naturales nos enseñan basadas en las teorías de Darwin y desarrolladas en su obra principal “El Origen de las Especies” que el hombre va desarrollándose desde la fase animal, a través de una serie de mutaciones y transformaciones destinadas a la adaptación al medio, modificándose su anatomía, morfología y fisiología, alcanzando de ese modo, finalmente, la condición humana. Sin entrar a valorar ahora la autenticidad de esas afirmaciones, podemos, una vez mas, preguntarnos ¿A que van dirigidas todas y cada una de esas transformaciones físicas que son las únicas que la ciencia puede considerar? Todas ellas van dirigidas a un fin: que el cerebro pueda dirigir todos los procesos fisiológicos, a nivel inconsciente y aún esto tiene por objeto el dejar, digamos, un espacio libre para que en el hombre se vayan desarrollando los procesos intelectivos. Estos procesos intelectivos van a ir permitiendo al ser humano conocer su entorno, defenderse mejor de los peligros que lo amenacen y aprovechar este mismo entorno para mejorarlo, transformándolo finalmente a su conveniencia a través de los procesos que en su conjunto conocemos como civilización. Pero detrás de esta explicación totalmente materialista ¿que subyace en el fondo? La evolución de la Consciencia humana.
Como hemos visto antes este es el aspecto más rico e importante del ser humano. Todo lo que hacemos es en base al contenido de nuestra consciencia. Las tres actividades principales del hombre: la pensante, sentiente y volitiva, abarcan toda la vida humana y todas ellas viven, tejen e impulsan en el hombre en y desde su consciencia. Por eso a los responsables de las instituciones representativas de las diversas formas de poder les ha interesado, desde siempre muchísimo, que tipo de contenido vivía en la consciencia de los hombres, porque en función de ese contenido el hombre va a obrar de una manera u otra. Al describir el concepto de consciencia hemos podido plantearnos en que situación tan problemática se encuentra, en la actualidad. Pero antes de continuar examinando esta situación vamos a intentar describir la transformación sufrida por la misma desde los tiempos más remotos. Para marcar un punto de referencia en principio tenemos que señalar al primer libro contenido en la Biblia: el génesis. Allí podemos leer el capítulo que seguramente conoceremos como la expulsión del paraíso. Este episodio de sobras conocido explica como Adán, y Eva es castigados por Jehová al haber sucumbido a la tentación de la serpiente que les lleva a comer la fruta del árbol prohibido, expulsándoles del ámbito de convivencia común entre Dios y su creación. ¿Qué significa esto en realidad? La materialización del ser humano o dicho con una terminología orientalista: su encarnación. Significa que la Divinidad representada por Jehová en esa situación y en ese momento determina la separación del hombre de lo que podríamos considerar como su inmediata presencia. Por lo tanto podemos comprender que antes y hasta ese momento el hombre ha convivido con la divinidad, ha vivido siempre con Dios. ¿Y su consciencia, como era, en qué consistía? En el conjunto de los impulsos divinos recibidos. El hombre, espiritualmente infantil, no poseía intelecto no tenía conciencia, no podía discriminar, ni decidir, no tenía prioridades, ni distinguía categorías, no tenía capacidad de elección. Solamente obraba en la dirección que le señalaba el impulso divino. En un ámbito suprasensible, espiritual, el hombre se desarrollaba todavía en estado embrionario con una voluntad que respondía directamente a los pensamientos espirituales recibidos de los seres divinos Y su consciencia existía también en estado embrionario.
La encarnación del ser humano supone un enorme caos y una transformación completa de todas sus estructuras sobre todo de su cuerpo físico, pero también de todas las partes suprasensibles del ser humano que quedan distorsionadas por la potentísima información que ahora le llega del mundo físico de forma tan intensa que le produce un inmenso e insoportable dolor. Todas las percepciones hasta ahora suprasensibles se tienen que transformar en percepciones sensoriales físicas. Vista, oído, olfato, gusto... ya existían, pero no adaptadas al mundo de materia. Esta situación, afortunadamente para el género humano, se regula y modifica por medio de seres espirituales que consiguen finalmente adecuar la vida del hombre a la Tierra. No obstante la consciencia del hombre queda totalmente transformada. Desde entonces la consciencia del hombre se separa en dos partes; por una se recibe la información que envían los órganos de los sentidos y por la otra se recibe el pensamiento que en esa época todavía se vivenciaba como infundido desde los mundos espirituales. Es decir información sensorial por una vía y por otra la significación esencial de ese contenido. En ese sentido el hombre continúa siendo clarividente. Esa situación se va a prolongar durante mucho tiempo con pocas variaciones. Durante ese tiempo la vivencia del hombre está constituida por una percepción física que es mas una ensoñación que una verdadera contemplación perceptiva y es complementada por una experiencia onírica que, a diferencia de nuestros sueños actuales contiene un sentido correcto y real de la esencia de los seres y objetos que le rodean.
Esta manera de incidir la realidad sobre la consciencia humana le otorga, temporalmente una especie de moralidad instintiva primaria e infantil pero útil para el hombre y protectora para el cosmos que se ve en peligro cuando el ser humano es desgajado parcialmente de su patria espiritual, como consecuencia de lo anteriormente explicado en relación a la las consecuencias de los actos humanos en el universo en base a la ley de interdependencia en el cosmos. Paralelamente, todas las estructuras físicas y espirituales del hombre van sufriendo modificaciones, pero va a ser en el alma, centro de la consciencia humana, sobre todo, en la que se van a desarrollar procesos modificativos mas elaborados. Aproximadamente 3.000 años antes de Cristo comienza el proceso de transformación más importante que se va a producir en el interior del hombre en esta etapa Terrestre. Se van a producir tres transformaciones en el interior anímico del hombre. La primera, en la época antes citada va a consistir en el desarrollo, casi vegetativo, de una nueva forma de relacionarse con el mundo y la realidad a través de un alma de sensibilidad, la primera y auténtica alma humana. Este alma le va a permitir al hombre contemplar la vida sensorialmente, como hasta ese momento, pero añadiéndole un sentido estético que le va a permitir, no tanto comprender la realidad como sentirla y en ese sentimiento vivirá y distinguirá el bien del mal, lo adecuado y lo inadecuado, el orden del caos y en conjunto la armonía y desarmonía en los actos propios y los ajenos. Fundamentalmente esta alma vive en la relación con la Belleza y su correspondencia con la armonía existente entre el hombre y el cosmos, o su ausencia en caso contrario.
Más adelante, aproximadamente en el siglo octavo antes de Cristo, se produce la siguiente transformación; al alma sensible antes citada se añade un segundo tipo de alma el alma racional y de sentimiento. En esta época comienzan las primeras formas de Filosofía. Esto significa que el hombre se plantea, por primera vez, su relación con el mundo a través del conocimiento. Comienzo a contemplar la naturaleza como algo extraño, objetivo, desconocido a lo que hay que acercarse para conocerlo y ¿A que puede recurrir el hombre para aprender a conocer desde su interior al mundo externo? La respuesta, naturalmente, es al PENSAR y desde entonces hasta el día de hoy, la filosofía no ha hecho mas que examinar las distintas maneras de utilización de ese pensamiento. La característica esencial más pura del alma racional es la búsqueda de la verdad. Al hombre le interesa aprender el como y el porqué de las cosas., pero, a diferencia de lo que ocurrirá más tarde, de momento no le interesan las comprobaciones empíricas de sus razonamientos tanto como el vivir en su propia alma las consecuencias de esos razonamientos y pensamientos que todavía experimenta, no lo olvidemos como inspiraciones de los mundos celestiales. (Por ejemplo... Platón y los Arquetipos espirituales). El pensar va a ir ligado a un sentimiento de placer o displacer en función de lo correcto o incorrecto del proceso pensante. Este tipo de funcionamiento va a mantener, todavía, el acto pensante en un entorno moral, espiritual e interno. Finalmente y mas de veinte siglos después, aproximadamente a comienzos del siglo XV, comienza el último proceso de transformación del alma humana hasta la fecha.
A las dos características anímicas descritas se le añade una nueva estructura anímica el alma de consciencia. Aquí se produce un giro radical en la consciencia humana. Gestándose los cambios necesarios desde el siglo XII, va a manifestarse externamente a partir del siglo XV una nueva manera de utilizar el conocimiento a través de algunos individuos. En ellos el pensamiento comienza a manifestarse como algo individual, no como una inspiración venida del cielo o de los Dioses, sino como algo personal, privado. El pensar, así sienten esos individuos, es producido en y por la propia persona, no tiene nada de trascendente ni espiritual, es algo fisiológico. Esta vivencia va a tener consecuencias de enormes proporciones. Hasta ese momento el hombre había podido sentir (no siempre ni en todas las ocasiones, pero sí en los momentos importantes de la vida) que las ideas que se manifestaban en él eran el resultado de inspiraciones que, viniendo de mundos arquetípicos, le ayudaban en sus quehaceres, en las tomas de decisiones y en fin, a lo largo de toda su vida. El hombre, en general no se cuestionaba la existencia de Dios, ni de la trascendencia de sus actos. Eso lo vivenciaba en su interior y no necesitaba ni pedía demostraciones externas. Lo que pedía es “que Dios le iluminase”. Ese proceso comienza a desmoronarse a partir de la época que conocemos como renacimiento. Por otro lado, en cuanto al pensar, el hombre se siente libre de ataduras religiosas. Ya no se ve obligado a creer en nada que no comprenda. Los dogmas religiosos y las doctrinas podrán imponérselas por la fuerza pero ya no las aceptará dócilmente. Su pensar no está condicionado por ninguna fe, por ninguna religión. Por fin el hombre vivencia que ¡su pensamiento es libre! Y es en ese momento cuando comienza el desarrollo de la ciencia natural en occidente. En otras latitudes este proceso llegará mas tarde por que el peso de las tradiciones y las costumbres todavía va a determinar el comportamiento de esos pueblos. Naturalmente las instituciones responsables del mantenimiento de las costumbres y tradiciones se van a oponer con toda la fuerza de que dispongan a esa nueva manera de utilización del “nuevo pensar”. Recordemos los enfrentamientos entre las iglesias, principalmente la católica y los primeros representantes de la investigación científica Giordano Bruno, Galileo, Miguel Servet, etc. A poco que el estamento religioso sospechase o temiese que el discurso racional del científico se alejaba lo más mínimo de las doctrinas impuestas a lo largo de los siglos, o que alguno de los postulados científicos contradecía o no tenía en cuenta alguno de los múltiples dogmas a respetar, el investigador era inmediatamente juzgado y condenado con diversas penas que todos recordaremos seguramente. Esta oposición va a durar varios siglos saldándose finalmente las disputas con la separación entre ciencia y religión. Esos dos estamentos serán independientes. Por fin la ciencia deja de estar bajo la mirada del inquisidor. Lo mismo va a ocurrir con la filosofía o la política. Todos los procesos que dependen del pensar se independizan. El pensar del hombre no va a estar sometido a ninguna moral externa, solamente a la del propio pensador. Nace el pensamiento libre y los librepensadores.
Naturalmente el proceso descrito lo llevan a cabo un reducido grupo de individuos que, de alguna forma, estaban en contacto o formaban parte de la Iglesia Católica. No olvidemos que todavía en el siglo XV los representantes de la Iglesia no solamente se ocupaban de la relación con sus feligreses a través de los distintos sacramentos, sino también del desarrollo administración, clasificación y difusión o prohibición, según les convenía, de todo el conocimiento acumulado hasta ese momento y más concretamente de todas las actividades culturales que se desarrollaban en la sociedad para que se adecuasen a los diferentes dogmas y doctrinas impuestos por la iglesia a toda la población. En resumen todo el conocimiento era acaparado por la iglesia y ningún individuo podía llevar a cabo un trabajo de investigación científica al margen del criterio clerical. Precisamente los primeros trabajos científicos más importantes acerca del mecanicismo fueron llevados a cabo por sacerdotes, porque eran los que disponían de la información mas completa sobre los trabajos que sus antecesores habían desarrollado.